El sueño de Wolfgang A. Mozart

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Texto Bíblico: Por el contrario, sean amables unos con otros, sean de buen corazón, y perdónense unos a otros, tal como Dios los ha perdonado a ustedes por medio de Cristo. Efesios 4:32.

 

El rey Francisco I y la reina María Teresa de Austria pasaron tres horas sentados en las sillas de respaldo alto, escuchando al pequeño prodigio de seis años de edad, Wolfgang Amadeus Mozart, tocar primero el violín y luego el clavicordio.

-¡Bravo! ¡Bravo! -exclamó el rey-. No puedo creer que alguien tan joven pueda tocar tan bien.

Una vez terminada su ejecución, Wolfgang corrió contento hacia la reina, se le subió a las piernas y le dio un beso.

-¡Has hecho un buen trabajo! -dijo la reina y abrazó al niño-. Ahora, corre a jugar con mis hijas, Elizabeth y María Antonieta. Ellas tienen muchos juguetes.

Wolfgang se bajó de las faldas de la reina y corrió hacia las dos pequeñas princesas. A mitad del camino, tropezó con la espada que llevaba como parte de su atuendo en la corte y cayó de bruces sobre el piso pulido. Estalló en llanto al escuchar que todos se reían a costa suya.

-Vaya modo de salir, señor Mozart -dijo Elizabeth riéndose con los demás.

Solo la pequeña María Antonieta, de siete años de edad, rehusó reírse. Más bien, lo ayudó a levantarse y le enjugó las lágrimas.

-¿Te lastimaste? -le preguntó bondadosamente.

-Eres muy amable -le dijo Wolfgang con una sonrisa agradecida. Cuando sea grande me voy a casar contigo.

-¿Y por qué te gustaría hacer eso? -le preguntó la reina.

-Porque ella fue amable conmigo y me ayudó, mientras que su hermana no hizo nada.

Puede ser que Wolfgang Amadeus Mozart haya sido un niño prodigio, un genio que pudo escribir un concierto a los cinco años de edad y una sinfonía a los siete; pero, ante todo, era muy humano. Se sentía avergonzado cuando otros se reían de él, como tú te sentirías si otros se burlaran de ti. No importa quiénes seamos, a todos nos gusta cuando alguien se porta amablemente y se preocupa por nosotros.

Si ves que alguien se siente mal o está avergonzado por alguna razón hoy, me gustaría que fueras tan amable como lo fue María Antonieta con Mozart. No te burles. Acércate a esa persona y trata de hacer que se sienta mejor.

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