Capítulo 6 – Guardaré la ley del menor

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Capítulo 6 – Guardaré la ley del menor

¿Porque David guiño un ojo?

Hay muchos motivos buenos por los cuales se requiere que “por la gracia de Dios” guardes la ley del Menor, cuando te haces Conquistador. Si alguien tuvo el derecho de quebrantar las leyes fue Jesús. Después de todo, el las hizo. Pero en lugar de eso, él dijo: “El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón” (Salmos 40: 8). Cuando él estuvo en la tierra y sus enemigos trataban desesperadamente de encontrarle faltas, el los desafiaba públicamente. “¿Quiénes de ustedes pueden comprobar que he cometido pecado alguna vez?” (Véase Juan 8: 46). No había nadie, ni entre sus peores enemigos, que pudiera probar que él había hecho algo malo.

Si fuera correcto quebrantar la ley de Dios, no hubiera sido necesario que Jesús muriera. Guardar la ley de Dios exactamente de la manera que él ha dicho es la única forma de vivir. Sencillamente no existe otra forma de disfrutar la vida o en realidad de tener éxito, o de vivir eternamente.

David pensaba que era divertido no obedecer las reglas de la escuela, hasta el día en que llegó un nuevo maestro. “¡Un nuevo maestro!”, él se reía entre dientes, mirando al frente del aula una mañana. “¡Ahora sí que me voy a divertir!”

El señor Sánchez, el nuevo maestro, pidió a los niños que abrieran sus libros. Inmediatamente David le tiró algo a Horacio, y varios de los muchachos insistieron para que Horacio lo tirara de nuevo. “Por favor, tranquilícense”, dijo el señor Sánchez. “Trate de tranquilizarme”, dijo David. Casi se tapó la boca cuando lo dijo, pero en realidad, él esperaba que el maestro lo hubiera oído. Seria divertido ver que haría el maestro en este caso.

— ¿Dijiste “que te tranquilize”?

— Sí – dijo David. Los muchachos se rieron por lo bajito.

— Entonces, venga conmigo – dijo el señor Sánchez.

El maestro no estaba enojado, ni siquiera un poquito, pero había algo en su voz que no sonaba a juego.

David siguió al maestro por el pasillo hasta un cuartito que había en un extremo.

— Mejor es que no me pegue, si es lo que intenta — dijo David.

— ¿Porque no?

— Me dan rabietas.

— Pues eso es exactamente lo que estoy intentando hacer — dijo el señor Sánchez.

— Volveré a desobedecer — advirtió David.

— No, no creo que lo harás – dijo el maestro –.

Los muchachos a quienes les pego no desobedecen otra vez. En ese momento el señor Sánchez se quitó el cinto.

— Acuéstese sobre mis rodillas, jovencito.

David se resistió. Pero no le valió de nada.

— Una cosa, antes de empezar, — dijo el señor Sánchez tranquilamente –. Si tú quieres coger una rabieta, puedes hacerlo.

Cuando yo castigo a un muchacho, le permito determinar cuántos cintazos quiere. Tan pronto como prometas que te portaras bien, yo dejo de pegar.

¡Y allá fue el cintazo! David se puso rígido. De nuevo el cintazo. David grito, pero no quiso prometer nada. Una vez más, el cinto golpeo en el mismo lugar, otra vez más. David se sentía tan adolorido que creía que no se podría sentar por una semana. Luego otro cintazo. David se rindió. “Me portare bien”, sollozo.

— Entonces termino – dijo el maestro. Cuando regreses a tu casa esta tarde, dile a tu mamá que iré a visitarla.

David palideció. “¡No se lo diga a mi mamá!”, rogó. “Yo me portaré bien. Se lo prometo”.

Muy bien – dijo el señor Sánchez –. Vamos a hacer un trato. Si te portas bien, de ahora en adelante, yo no le diré nada a tu mamá. Pero inmediatamente que te portes mal, se lo diré.

David prometió y desde ese momento en adelante, fue obediente y cooperaba en todo.

En abril, los padres de David visitaron la escuela. Su mamá le dijo al maestro: “Señor Sánchez, estamos sorprendidos de la influencia que usted ha tenido sobre nuestro hijo. No podemos creer que usted no haya tenido que castigarlo durante todo el año.

“¿Castigar a David?”, dijo el señor. “¿Porque he de castigarlo?” si es el que mejor se porta en el aula.

David estaba de pie al lado de sus padres. En ese momento miro al maestro e hizo un guiño con los ojos y luego sonrió con toda su cara.


¡Salta al acantilado!

Una vez un muchacho me dijo: “quiero fumar”. Por supuesto, yo le dije: “no lo hagas”. El respondió: “¿Porque no?” La Biblia no nos dice que no debemos fumar. ¿No es cierto?

Tuve que admitir que tenía razón, la Biblia no dice en ninguna parte que las personas no deben fumar. Pero, ¿quiere eso decir que no es malo fumar?

Una muchacha dijo: “yo quiero ir a ver cierta película que están poniendo en el cine”. Yo le dije: “no debes ir”. “¿Porque no?”, pregunto ella. “La Biblia no dice en ninguna parte que es malo ir al cine”.

Ella tenía razón. La Biblia no dice en ninguna parte que es malo ir al cine. Pero, ¿quién dice que ciertas cosas son correctas sólo porque la Biblia no dice específicamente que no son malas?

La próxima vez que pienses así ¡salta al acantilado! Debe ser correcto. La Biblia no dice que es malo hacerlo. La próxima vez que estés jugando a la pelota en la calle, persíguela sin mirar en ambas direcciones. Corre frente a un carro andando. Recibe el golpe. Esta perfectamente bien. La Biblia no dice que eso es malo. ¡Ni siquiera dice una sola vez que no corras delante de un vehículo en movimiento!

Yo conocí a un muchachito que siempre tenía catarro. Su mamá trataba de encontrar la causa. Después de un tiempo, el muchachito le dijo que siempre que se bañaba le gustaba tratar de respirar debajo del agua. Él estaba tratando de ser un pez o un submarino, no recuerdo cual de los dos (era un muchachito pequeño). Él no sabía que era malo hacer eso. Él no sabía que podría ahogarse. Su mamá nunca se lo había dicho. Y la Biblia no dice que es malo respirara debajo del agua.

La verdad es que la Biblia no tiene una lista de todas las cosas que no debemos hacer. Por ejemplo, la Biblia nombra varios alimentos que no debemos comer. Pero no dice ni una palabra en cuanto a no comer veneno de roble o de hiedra. Conozco a un jovencito que comió veneno de roble. Mastico las hojas y se las trago. Estuvo gravemente enfermo durante muchos días. Pero la Biblia no dice que es malo comer veneno de roble.

La Biblia es como una caja de harina para hacer pasteles. Por fuera de la caja muestra los pasteles deliciosos que se pueden hacer con la harina. Por detrás están las instrucciones. Si uno sigue las instrucciones, uno logrará hacer pasteles tan deliciosos y sabrosos como los que aparecen en la ilustración. La caja no dice ninguna palabra en cuanto a lo que la cocinera no debe hacer. Por ejemplo, no dice “no le ponga ajo”.

La Biblia describe la vida de un hombre perfecto, Jesucristo. También dice que si uno sigue las instrucciones que están en este libro llegará a ser tan bueno y tan fuerte y de tanto éxito como él lo fue. Y tú también podrás llegar a serlo si haces lo que la Biblia dice.

La próxima vez que alguien trate de persuadirte a que hagas algo malo, y te diga que es correcto porque la Biblia no dice que es malo, dile que salte a un acantilado. ¡La Biblia tampoco dice que es malo hacerlo! Pero, piensa para tus adentros “yo guardare la Ley del Menor” y recuerda que podrás hacerlo por la Gracia de Dios.

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